“Cuando somos niños nunca estamos atentos a ciertas señales, y es que ser gordito muchas veces pasa desapercibido ante los ojos de nuestros padres”, así recuerda Yorley Torres su niñez, tras vivir su vida afectada por problemas en la tiroides.
El día de hoy la joven mujer refiere que no habría podido superar nada de no ser por la comprensión y el apoyo de su familia, tras varios años de batalla para conocer su diagnóstico y lo más importante, un tratamiento que le permite vivir su vida al máximo.
Repostera de profesión y amante de la buena cocina, Yorley dedica sus días a hacer felices a los suyos a través de sus platos dulces y salados, pero más allá asegura sentirse agradecida por estar aquí para compartir su historia.
Yorley superó el cáncer de tiroides, pero antes de eso libró una dura batalla para conocer qué pasaba en su cuerpo y cómo definir junto a sus médicos, que no fueron pocos.
Niñez en el campo
Yorley Torres fue una niña que creció junto a sus hermanos a las afueras de la ciudad en un campo donde jugó y aprovechó el aire libre. Sin embargo, dentro de su cuerpo algo pasaba y esto fue desapercibido, pues en ese momento no existía dentro de los estudios médicos información sobre la condición de la tiroides como la conocemos hoy en día.
Torres relató que su mamá siendo enfermera vio que había algo extraño luego de que ella manifestara haberse desarrollado cuando tenía 11 años, puesto que su busto no creció nada. “Por eso mi mamá me llevó al endocrino, pero en ese momento no había mucha información y no dieron con el diagnóstico, sino que se refirieron a problemas de crecimiento”.
“Nunca supe qué fue tener menstruaciones normales”, Yorley refiere que durante su adolescencia nunca tuvo ciclos regulares en su periodo y su peso también estaba descontrolado.
Su hija un milagro
“Cuando llegué a la edad de 21 años y descubrí que estaba embarazad todo empezó a marchar más rápido, puesto que mi condición de gestante hizo que mis problemas de tiroides avanzaran” contó la paciente contactada por la revista de Ginecología y Obstetricia.
Cuando intentó amamantar no le fue posible, pues sus pezones se hundieron y dar leche a su bebé solo lo logró con un extractor manual de leche. “Pero yo estaba feliz por mi hija, no le presté atención a los problemas que noté y creí normales del embarazo”.
Al cumplirse el año de su hija se comunicó con los médicos por unas molestias en su vientre, y el diagnóstico fue difícil de aceptar para ella en ese momento.
“Se me desarrollaron quistes en los ovarios, me sometieron a una operación en los ovarios, en ese momento no sabía que no tenía problemas endocrinos, nunca me mandaron un medicamento, ya luego supe que todo estaba relacionado”, explicó.
Yorley comentó que el haber tenido a su hija fue un milagro que Dios le permitió tener, ya que su condición, aún desconocida en el momento de convertirse en madre, le hubiera negado esa posibilidad si dejaba pasar el tiempo.
El diagnóstico real
Meses después quiso lograr su sueño de estudiar enfermería, pero fue en esas pruebas donde se descubrió que tenía problemas de tiroides. “Me pusieron a leer un texto, ahí me dijeron que no podía clasificar por eso, mi cuello estaba muy hinchado y tenía muchas molestias”.
Ese diagnóstico se lo dio el tercer médico que visitó, “él dijo que debía sacarme cuanto antes la glándula porque tenía cáncer de tiroides y tenía muchos nódulos que debían que ser extraídos, en ese punto ya me costaba respirar, calambres, tenía elevada la insulina, no podía dormir, tenía cambios de humor, rabia”.
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En la misma cirugía le sacaron la glándula paratiroides, y “después de la cirugía me sometieron a yodo radioactivo, en aislamiento, me hicieron un rastreo desde el cuero cabelludo hasta la pelvis, y ahí se pudo determinar que las células se alojaron en el ovario izquierdo, y en el segundo mapeo no se reportaron celular malignas”.
Seguimiento médico
La recomendación de Yorley a todos los pacientes es a no quedarse con una sola opinión médica, puesto que la tiroides regula muchas funciones del cuerpo y es necesario que puedan tener acceso al mejor diagnóstico.
“Al salir de esa etapa y vivir sin la glándula, tuve un descontrol hormonal y mis menstruaciones desaparecieron por 2 años, las pruebas hormonales daban como resultado que yo era un hombre sano. Producía tanta testosterona que mi cuerpo estaba en descontrol”, explicó.
Sexualidad y feminidad afectada
La joven relata que adicional a todo lo que sentía, su cuerpo era muy diferente, pues empezó a tener bello facial abundante, perdió por completo su lado femenino, su vida de pareja se vio afectada, pues no tenía ningún deseo sexual por su esposo.
Afortunadamente con los tratamientos adecuados, Yorley recupera su feminidad y su vida de pareja, no sin antes admitir que nada habría sido posible sin el apoyo de su familia.
“Yo siempre conté con el apoyo de mi familia, ellos fueron claves en el apoyo para superar todo esto. Y hoy puedo decirle a las mujeres y los padres que salir adelante es posible, pero el diagnóstico a tiempo y ayuda a la calidad de vida”.