El Síndrome de Anticuerpos Antifosfolípidos (SAF) es un trastorno autoinmune sistémico que tiene efecto sobre las vías de coagulación, el endotelio, el tejido neuronal y las vías del complemento, por lo cual se manifiesta con eventos trombóticos o morbilidad en el embarazo. Ocurre principalmente en mujeres jóvenes en edad fértil y afecta a 3.5 mujeres por cada hombre.
La razón por la cual este trastorno cobra especial importancia durante el embarazo es debido a su estrecha relación con abortos espontáneos recurrentes durante el primer trimestre, muertes fetales y complicaciones tardías del embarazo, como preeclampsia y restricción del crecimiento intrauterino (RCIU).
Hablamos de SAF primario cuando no existe evidencia clínica o de laboratorio de otra comorbilidad, no obstante, dichos pacientes pueden desarrollar posteriormente otra enfermedad autoinmune asociada (generalmente Lupus eritematoso sistémico), en cuyo momento, se redefiniría la enfermedad como un SAF secundario, el cual implica mayores riesgos.
Su mecanismo de afectación en el embarazo se explica por la formación de “autoanticuerpos” es decir que, atacan al propio cuerpo, generando una respuesta inflamatoria local en la interfaz materno-fetal, trombosis de la vasculatura uteroplacentaria y un efecto inhibitorio directo que limita la proliferación de células trofoblásticas (aquellas que más adelante darán origen a la placenta) teniendo como consecuencia la muerte del feto o un crecimiento limitado.
Es por esto que, aunque no es cierto que las pacientes diagnosticadas con esta enfermedad no pueden llegar a ser madres, deben llevar un seguimiento estricto por parte de su ginecoobstetra por tratarse de un embarazo de alto riesgo, además de ser tratadas con terapia anticoagulante según indicación médica controlando todas las complicaciones que pudieran surgir durante su gestación tanto para la madre como para el feto en crecimiento.
Fuente: reumatologiaclinica.org